¿Quién no ha soñado alguna vez con abandonarlo todo y largarse a una isla desierta? Que tire la primera piedra aquél que no se ha imaginado rodeado de cocoteros, acariciado por el abanico de una bella, o bello, y mecido por el dulce ronronear de unas aguas tranquilas… Nuestra capacidad para soñar, inventar paraísos, aunque sean fiscales, y en definitiva, evadirnos hacia un sueño de prosperidad económica, sentimental, o simplemente lúdica, no tiene limites.
Evasión, utopía: Hermosas palabras, simientes de sueños a las que el paso de los años a dotado de significados ¿grandilocuentes? El tópico se conforma y como tal se vacía, se llena de sí mismo, o lo que es lo mismo, de nada, y se repite de boca en boca, se mastica. Palabras encerradas en jaulas de ignorancia, despojadas, rotas.
Imagínense… tranquilos, sólo por un momento y ante la protección de una cuarta pared, que nuestros anhelos se hacen realidad, imagínense que la isla desierta lejos de ser paradisíaca es tan sólo una isla desierta, con sus mosquitos, sus tormentas, su preciosa y brillante arena introduciéndose por cada uno de nuestros poros… Imagínense que nuestros sueños se convierten en espuma de mar, a cuatro mil kilómetros de la civilización mas cercana.
El tópico se hace carne y el sueño realidad. Esto es lo que pasa, que no es poco, pero tampoco mucho. A estas alturas parece que no importa nada, pero seguimos soñando, será por algo… Espectáculo escrito por Jorge Picó y dirigido por Andrés Beladiez